Prologo de mi ultimo libro
La llegada de la electricidad a España: El caso madrileño
Como vimos en el volumen anterior, la electricidad y sus aplicaciones derivadas, cambió el mundo básicamente desde finales del siglo XIX y durante el siglo XX. Ello fue debido a que, Europa, y Estados Unidos de América, experimentaron, en el Siglo XIX, una gran convulsión científica, que gracias a su aplicación práctica, originó grandes beneficios, no solo desde el punto de vista técnico, sino también en el económico, reflejándose poco después, en la vida cotidiana.
Los estados se dieron cuenta del enorme poder que almacenaban estos desarrollos tecnológicos, en especial en áreas como la física o la química. En este sentido, a lo largo del siglo XIX, estas llegaron a adquirir una relevancia social y una inserción socioeconómica nunca antes alcanzada. Para la mayoría de los miembros de la comunidad científica, el avance de la Electricidad, ha sido la mayor revolución industrial que ha conocido la humanidad, puesto que de ella, han dimanado otras muchas técnicas asociadas, como la radioelectricidad, electroquímica, industria del transporte, automóvil, industria química, electrónica, las comunicaciones, el teléfono, la radio, la transmisión de textos a grandes distancias, la televisión, los transportes, energía nuclear, entre otras muchas. El desarrollo de la ciencia, fue enorme y a una gran velocidad. La forma de vivir, la vida cotidiana, cambió radicalmente en muy pocos años en el llamado mundo occidental.
La llegada a España de estos nuevos conceptos industriales, sería difícil. Sumergida en plena pérdida de su imperio colonial, defendiendo sus últimas colonias, con algaradas militares frecuentes, guerras civiles… No era el escenario propicio para el desarrollo y beneficio que la nueva revolución industrial nos podía ofrecer. En los países donde floreció, se beneficiaron de coyunturas económicas favorables: las posibilidades del nuevo Reich alemán en 1871, con Bismark a la cabeza, la capacidad industrial estadounidense, el comercio y, en definitiva, las posesiones coloniales de Francia y Gran Bretaña.
La energía eléctrica fascinó al mundo, desde el primer momento, por su sencillez de uso y sus resultados. Comenzó su utilización en la iluminación de las ciudades, que hasta ese momento, se realizaba mediante diferentes tipos de llamas, alimentadas por madera, aceites de diversas procedencias, petróleo y en las grandes ciudades, por gas. Cualquiera de ellos, era costoso, insuficiente y requería un mantenimiento continuo.
La iluminación eléctrica solo precisaba presionar un interruptor e instantáneamente se encendían todos los faroles instalados. La intensidad luminosa era muchísimo mayor que la de cualquier sistema que utilizara una llama. El apagado era también instantáneo y el mantenimiento necesario, era diferente, pero en cualquier caso, mucho más cómodo y económico. Era evidente que la aceptación de este nuevo sistema tendría que ser muy grande. En el otro lado de la balanza, el precio de esta instalación de alumbrado, solo estaba al alcance de ayuntamientos y organismos públicos.
La sociedad española de aquella época, de origen rural en su gran mayoría, se vio sobrepasada por todos los nuevos conceptos tecnológicos, que a una velocidad vertiginosa, se le iban presentando, alterando muy positivamente sus costumbres habituales. Nuevos hábitos de vida completamente impensables nacieron y se desarrollaron, facilitándonos nuestra rutina diaria.
Estudiar la llegada de cualquier gran infraestructura, como la electricidad, requiere un estudio sistemático y una metodología concreta, que deberemos aplicar con exactitud y precisión. Para este caso, el autor, sigue la metodología tradicional de la ciencia económica enunciada por Walter Rostow, prestigioso economista, que desarrolló su trabajo en Estados Unidos. Otros muchos investigadores siguen diferentes tendencias sobre el desarrollo económico, pero el autor de esta obra considera que, en el caso de la implantación de la Electricidad en España, Rostow representa la metodología más adecuada, pues desarrolló sus estudios sobre «Las etapas del crecimiento económico«, intentando generalizar el modelo de la historia económica moderna, en forma de una serie de etapas de crecimiento económico. En 1958 trabajó por primera vez en la Casa Blanca, como redactor de los discursos del Presidente D. Eisenhower. Rostow, en su obra «Las etapas del crecimiento económico», que desarrolla un modelo de crecimiento de grandes infraestructuras, dividiéndolas en varias etapas, desde el estado original de subdesarrollo, hasta la etapa de consumo masivo. Este modelo de crecimiento económico es una de las claves de la llamada Teoría del desarrollo.
La implantación del uso de la Electricidad, en cualquier parte del mundo, no fue rápida, como corresponde a cualquier desarrollo tecnológico que precisa una gran infraestructura. En Europa tampoco lo fue y en España, tuvimos un cierto retraso debido a nuestras dificultades, tanto políticas como económicas.
Hábilmente el autor del libro, para mejor desarrollarla, ha seguido un orden general, en el impacto de la electricidad en nuestra vida cotidiana, situando, todo el fenómeno eléctrico, como no podía ser de otra manera, en el espacio y el tiempo. Pero al requerir la implantación de la electricidad, de una gran infraestructura, no le ha quedado más remedio que añadir una dimensión más: El momento político, estrechamente unido al mundo de la economía.
Estudia con precisión las cinco etapas propuestas por Walter Rostow, subdividiéndolas cada una de ellas, en diferentes apartados que facilitan enormemente su comprensión, haciéndolo mucho mas ameno. Cada etapa la divide en diferentes secciones, donde estudia, el estado de la ciencia en el mundo en ese momento, lo que ocurría científicamente en España, el momento político y económico, el desarrollo, paso a paso, de la tecnología eléctrica en nuestro país, la difusión y demanda de energía eléctrica en cada periodo, centrando su atención en el caso madrileño, capital de España, por ser el más representativo en aquellos momentos.
La irrupción de la energía alterna en este sector, descontrolaría todas las inversiones financieras realizadas en los primeros años. Ahora no era preciso colocar las centrales de producción de electricidad muy próximas a los centros de consumo. Podrían estar localizadas a grandes distancias de las ciudades y podía transportarse la electricidad producida, a unos costes muy inferiores a los necesarios para producir corriente continua. La guerra de patentes, inversiones para la producción masiva, necesidad de consumirse toda esa cantidad de energía instantáneamente, fueron las principales limitaciones financieras de los escasos inversores españoles. Más tarde esta situación cambiaría radicalmente.
En el tercer periodo, pone un especial énfasis en las consecuencias de la Guerra Civil en el desarrollo de la electricidad y posteriormente en el lento y costoso desarrolló de la electrificación rural, donde cualquier inversión, resultaba a todas luces irrentable teniendo que asumir una solución política.
Se detiene ampliamente en las encarnizadas luchas entre las nacientes compañías productoras de gas y las nuevas compañías productoras de electricidad. Era evidente que las segundas ofrecían una serie de ventajas que jamás podrían superar las productoras de gas, pero estas últimas, disponían de todos los permisos administrativos, muchas veces en exclusiva, para iluminar las ciudades. El final de todas estas diferencias, terminaría con la asociación de ambas, repartiéndose el mercado en unas condiciones económicas favorables para ambas.
Durante toda la obra, el autor realiza un delicioso paseo a través de nuestra historia, deteniéndose en las situaciones más comprometidas, sin obviar para nada todo el rigor histórico que conformó la llegada de la electricidad a España, de forma rutinaria, desde finales del siglo XIX hasta nuestros días.
Termina la obra con una amplia cronología donde se detalla ordenadamente, todos los acontecimientos relevantes de la llegada e implantación de la electricidad, y sus técnicas derivadas, a nuestro país.